En la batea
de saldo,
viejos libros
de ciencia ficción
abandonados reposan,
relatan epopeyas
de ciudades
que ya no existen;
un autobús
pasa humeante
con los vidrios
empañados y
un anciano
desde adentro,
me saluda
agitando su mano;
¿Adonde irá?
Me pregunto,
mientras
se pierde
en la bruma,
un tÃtulo
me atrae
desde la batea:
“Vestidos
para la Lunaâ€.
E.D.